Personalmente tengo varias carreteras por las que siento una cierta predilección, en las que un importante punto en común entre ellas suele ser la variedad de paisajes. Es el caso de la carretera N-232, de Vinarós (Castellón) a Santander, que parte del mar Mediterráneo, coge altura en los límites entre Castellón y Teruel, discurre por el llano aragonés y los viñedos riojanos, atraviesa la cordillera Cantábrica por el Escudo y finaliza nuevamente en el mar (técnicamente en el enlace con la N-623 Santander-Burgos en Cabañas de Virtús). Habrá varias entradas en este blog respecto a ella, ya que es una de las más largas del país y aún quedan muchos tramos por recorrer, siendo este uno de los que más curiosidad me despertaba. La ruta de hoy parte del recientemente reformado enlace de la N-I con la N-232, en sentido a Santander. Un envejecido hito Peña correspondiente al punto kilométrico 73 nos recibe nada más desviarnos hacia el norte.
La niebla de principios de otoño se presta a acompañarnos en este viaje, dando un toque fantasmal a unos primeros kilómetros en los que me sorprende un tráfico más intenso del que esperaba para esta carretera. También descubro con agrado que este hito 73 no es el único, y que según van pasando los kilómetros se van sucediendo con bastante continuidad. Sea por afán de conservación o por desidia, agradezco que sigan ahí, aunque supongo que tendrá más peso la segunda opción dado el estado de la pintura de la inmensa mayoría de los hitos. En las inmediaciones de Cornudilla tengo la primera parada programada, un pequeño tramo que apunté en un viaje anterior, en el cual no pude detenerme pero que guardé y geolocalicé convenientemente en Maps para una posterior visita, visita que no me iba a defraudar. Nada más detener el coche observo una señal muy frecuente hace años y tan necesaria hoy como ayer.
Fabricada por Vitrex y con fecha de Abril de 1969, el paso del tiempo ha hecho mella en su superficie, pero su mensaje sigue hoy plenamente vigente, en vista de que se siguen ocasionando incendios provocados por colillas. De aquí parte un pequeño tramo abandonado tras rectificar el trazado y eliminar varias curvas cerradas.
A la izquierda el viejo y estrecho tramo, a la derecha el nuevo, más ancho, seguro y... aburrido. Por cierto, bendito coche de Google, gracias al cual supe que en ese tramo no sólo eran unas curvas lo que había para ver, si no también otros elementos con solera como el de la siguiente fotografía.
Un pequeño hito cuya función es (fue...) guiar al conductor en la curva, y que pertenece a la Instrucción de Carreteras de 1939, todo un superviviente. No es en absoluto frecuente encontrar ya este tipo de elementos, aunque hay lugares, como por ejemplo Cantabria, donde en zonas de montaña aún mantienen un buen número de ellos, en ocasiones en perfecto estado de conservación y pintura, como es el caso del puerto de los Tornos. Dedico unos minutos a recorrer el tramo y a disfrutar de los colores del otoño en carretera.
Es momento de volver sobre nuestros pasos y retomar de nuevo la carretera para dirigirnos a Oña, donde nos espera nuestro objetivo principal. Otro hito, el del p.k. 92, sobrevive al pie de la carretera con una apariencia bastante decente. Para los que disfrutamos recorriendo estos viejos trazados es agradable verlos al pie del cañón después de décadas.
A escasos metros de este se halla instalado el miriamétrico actual, que hace referencia al kilómetro 500, totalmente contrapuesto a este número 92 de la fotografía, y que cuenta la distancia desde su origen en el Mediterráneo. Es un tanto caótico, ya que el hito que hemos visto al principio del post marcaba el p.k. 73, por lo que no sé a ciencia cierta cual será el lugar desde el cuál cuentan el kilometraje estos hitos. Como en otras carreteras, se da la curiosidad de qué cada Comunidad Autónoma ha decidido mantener o adaptarlo a su gusto, como por ejemplo pasa en esta N-232 a su paso por Navarra, donde se cuentan los kilómetros desde Pamplona.
En cualquier caso, nos acercamos ya a Oña (Burgos), villa encajada bajo los Montes Obarenes y bañada por las aguas del río Oca, que desemboca en el Ebro en las inmediaciones de la localidad. Es Oña digno de visitar, debido a la riqueza de su patrimonio histórico-artístico y considerado junto a Frías y Poza de la Sal como las "Raíces de Castilla". El patrimonio natural, que también es notable, complicó en su momento la construcción de la carretera por culpa de la dificil orografía del lugar. Hoy la carretera se abre paso gracias a túneles y viaductos, pero antiguamente caminos y ferrocarril debían serpentear con dificultad por las paredes del cañón horadado por el Oca. Aquí vamos a visitar un antiguo tramo de carretera que ha sido rehabilitado como paseo peatonal. Parte desde Oña pero nosotros lo haremos a la inversa, desde el último túnel en sentido Santander, el de "El Pastorcillo", hacia el casco urbano.
Aparcamos en una curva sustituida de la carretera antigua, situada a la derecha del túnel que se ve en la fotografía superior y que sirve hoy como área de descanso y punto de partida de una ruta senderista.
Una placa situada en la pared izquierda informa respecto al hecho luctuoso que dio nombre al túnel...
Este área no tiene especial interés, lo bueno viene volviendo sobre nuestros pasos brevemente y cruzando la carretera. Ahí comienza (o finaliza, si partimos desde Oña) el paseo peatonal. Es palpable la peligrosidad de cruzar en ese punto, siendo mucho más prudencial y recomendable hacer este tramo desde el pueblo. En la siguiente fotografía se distinguen perfectamente ámbas calzadas y sus diferencias de diseño.
Nada más cruzar encontramos la primera curiosidad que hace pensar que esto no es un simple paseo, si no que es lo que es, carretera pura y dura, y como tal elementos como estos:
Un bonito y antiguo hito en muy buen estado de conservación. Una agradable sorpresa, y que no iba a ser la única, por no hablar de la belleza del lugar con los colores del otoño una vez disipada la niebla.
Apenas hay paseantes, es pronto aún y hace fresco, pero yo me dispongo a recorrer todo lo que pueda a pie y cámara en mano. El antiguo pretil que protegía a la circulación de caer al río aún sigue, el firme antiguo por otra parte, parece que recibió un leve riego asfáltico con el fin de adecentarlo de cara a su nuevo uso.
Sigo caminando y viendo cosas, ¿recordáis el hito solitario que vimos al principio delimitando una curva? Pues en este tramo se sucede una buena fila de ellos, y poco más adelante aparece lo que ni por asomo esperaba ver aquí...
Encerrado tras las vallas y casi tapado por la vegetación aparece un hito tipo Peña que ha sobrevivido a la transformación en paseo, aunque, ¿qué mejor forma de rehabilitar esta zona que conservando estos antiguos elementos de carretera a modo de "homenaje"?
Continúo y observo a la izquierda un pequeño puente para el ferrocarril, lo cual me sorprende porque si esta es una zona complicada para construir una carretera, tender una vía de tren por aquí debió ser un quebradero de cabeza importante.
Llego al punto en que se cruzaban carretera y ferrocarril, y veo como alguien ha tenido la buena idea de preservar las viejas barreras del paso a nivel tras el nuevo vallado instalado para el paseo peatonal. Es de agradecer encarecidamente a quién haya sido el responsable técnico de esta rehabilitación el haber sido tan cuidadoso con todos estos elementos que vamos detallando, ya que rara vez se lleva a cabo, y se prefiere arrasar con todo y construir desde cero, perdiendo este patrimonio para siempre.
También sigue en pie lo que fue un edificio relacionado con el ferrocarril, quizá un punto de control del paso a nivel. Lamentablemente se encuentra vandalizado y en un estado precario, por lo que es de suponer que su integridad estructural ya no será la óptima. Quizá sea mejor tapiarlo o incluso derribarlo antes de que ocurra alguna desgracia, ya que será mucho pedir que este edificio sea reformado...
¿Cómo hacer que pase cómodamente el tren por este cañón? Fácil, dinamita y a seguir...
Continuamos, ya queda poco para terminar este paseo, exactamente en el punto en que la carretera pasa por enésima vez sobre el Oca. Aquí encontramos un puente en oblicuo con respecto al trazado, heredero del camino viejo y cuya transformación en carretera para el tráfico moderno supuso el estrechamiento de la calzada. Sorpresa, ¡permanece hasta la pintura de advertencia!
Junto al viejo puente, el túnel actual. Hasta este punto llega nuestro recorrido, de aquí en dirección a Oña el paseo discurre en paralelo a la carretera, vieja y/o nueva, ya que a partir de ahora comparten plataforma.
Vuelta al coche y a retomar la ruta, toca visitar el cercano tramo de la Horadada (que merecerá entrada de blog aparte) y la institucionalmente maltratada villa romana de los Casarejos...
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