Una máxima que intento cumplir siempre en este blog es traer aquí esos lugares que he podido conocer, recorrer, fotografiar y sobretodo disfrutar, que en definitiva es de lo que se trata. Salvo en los casos en los que ha sido imposible, intento recurrir a fotografías que yo mismo he podido realizar, para poder después plasmar aquí las sensaciones vividas. Pese a tener parte de mis raíces en Castilla y a la afición a la geografía y cartografía, desconocía hasta hace unos años un entorno tan interesante y salvaje a la vez como los Arribes del Duero, así que en cuanto pude me puse rumbo a esa zona. A veces hacemos miles de kilómetros cuando no conocemos ni lo que tenemos a una hora de viaje.
El Parque Nacional de los Arribes del Duero, declarado como tal en Abril de 2002, comprende un área de más de 100.000 hectáreas de gran valor ecológico repartidas entre las provincias de Zamora y Salamanca, y tiene como columna vertebral al río Duero, el cual hace de límite fronterizo entre España y Portugal a la vez que articula el eje norte-sur del parque. Región fuertemente despoblada, este factor trasciende también a su red viaria, jalonada por multitud de pequeñas carreteras locales que unen los diferentes y pequeños núcleos de población así como las instalaciones del sistema de embalses del Duero y sus correspondientes saltos de agua.
Tuve la ocasión de escaparme a conocer este parque en el verano de 2016, no llegando a recorrerlo completamente dada su extensión y la difícil conexión entre las diferentes zonas a visitar. Aún queda pendiente para este año terminar de conocer totalmente sus rincones, y áreas tan interesantes para los amantes del ferrocarril como las vías que permanecen en el entorno de La Fregeneda y su estación abandonada. Aún así, y aprovechando un reciente viaje a Zamora, no pude resistirme a acercarme a Pino del Oro a conocer una joya de la ingeniería instalada muy cerca de allí, en medio de la nada (que me perdonen los locales, pero pocas zonas hay en este país con tan poca densidad geográfica, para fortuna de los que de vez en cuando buscamos la desconexión), desde hace 104 años.
La carretera desde la N-122 hasta allí promete. Estrecha, sinuosa, bacheada... me recordó a las que pude recorrer en los Arribes. Tras pasar Pino del Oro, las curvas se multiplican, mientras que empezamos a bajar en altitud. Los muretes de piedra hacen intuir los no pocos años transcurridos desde la construcción de esta carretera, o al menos desde su última adecuación.
Continúan las curvas y de repente, algo rompe la imponente estética de los cañones del Duero, algo brillante que destaca en la sombra proyectada por las rocas.
Continuamos el descenso y aparece ante nuestros ojos el objetivo de esta ruta. La figura esbelta y casi etérea del puente se deja ver por fin, apoyada en los dos flancos del cañón desde hace varias décadas.
Vino a sustituir a la barca que cruzaba el Duero, pero su construcción tuvo no pocos problemas. Proyectado a finales del siglo XIX y con un costo final de 499.000 pesetas, no entró en funcionamiento hasta 1914, dadas las dificultades sufridas en su construcción. Agraciado con el mérito de ser el puente más alto de España en su momento, con 90 metros sobre el río, fue iniciado y terminado por la asturiana Duro Felguera, como quedó grabado en las farolas ubicadas en ambos accesos, y pese a haber vivido un vaivén de cambio de contratas. Estuvo en servicio durante muchos años, soportando el paso de toda clase de vehículos, desde la tracción animal hasta el tráfico pesado que con pesos de hasta 40 toneladas fue haciendo mella en él. En 2008 un informe de Fomento aconsejó la construcción de un puente nuevo, dada la corrosión y degradación del metal, llegando a un momento crítico en 2011, cuando el concurso para la restauración del puente quedó desierto por los temores de las constructoras a afrontar tal tarea. Finalmente, las reparaciones necesarias se llevaron a cabo y el 17 de septiembre de 2013 el puente veía reabierto su paso, tal y como recoge el diario "La Opinión de Zamora". Como dato curioso cabe destacar que se eliminaron cerca de 40 centímetros de firme, desde el macadán original hasta los sucesivos reasfaltados, siendo sustituidos ahora por 30 centímetros de hormigón ligero y que suponen un respiro para la centenaria estructura.
No solo el puente, también los accesos tuvieron su trabajo, ya que dado lo escarpado de la zona fue necesario realizar una trinchera considerable en el lado sur del puente, que si bien no era nada nuevo para la época (los romanos ya las tallaban a pico para encajar sus calzadas en zonas de orografía complicada), hay que recordar que incluso hace tan solo un siglo debió de ser una tarea encomiable para los medios disponibles. Lo vemos en las siguientes fotografías.
Nos vamos despidiendo ya del puente, en dirección a Villadepera, no sin antes reparar en esta señal que advierte del peso máximo admitido por la centenaria estructura. 15 toneladas no están nada mal para su siglo largo de existencia...
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