Una figura a destacar en la historia de la carretera y que quizá aún no ha recibido el reconocimiento suficiente fue el peón caminero. Encargado de conservar y reparar el tramo determinado de carretera que tenía adscrito, residía al pie de la misma, en las conocidas como Casillas de Peones Camineros. Dichas casillas atendían en la mayoría de los casos a un mismo aspecto, basado en criterios de fácil y económico mantenimiento, aunque en ocasiones podían existir matices en su diseño atendiendo a diferentes cuestiones como la estética local, el aprovechamiento de edificios ya existentes o para acoger a mayor número de familias de camineros en vez de las dos habituales. Su existencia se debía a la necesidad de que el caminero residiese en su demarcación de trabajo, de manera que no perdiese tiempo o recursos en desplazamientos. El Real Decreto de 25 de junio de 1852 sentó las bases por las que debían regirse los diseños de estas casillas, cuyo proyecto se eligió mediante concurso y se aprobó en enero de 1859.
Casilla en la N-240 de Tarragona a Bilbao y San Sebastián, en las inmediaciones del embalse de Yesa.
La figura del peón caminero se instauró oficialmente en 1767 como guarda del camino, como peón caminero desde 1781 y con rango de autoridad desde 1790. Solían tener a su cargo en torno a 5 kilómetros de vía, mientras que el capataz debía supervisar el estado de la carretera en distancias superiores, que podían abarcar entre 15 y 50 kilómetros dependiendo de la región o particularidades de la vía. Sus tareas consistían en la reparación, limpieza y mantenimiento del firme, cunetas y zonas aledañas. Además de las tareas camineras y durante un periodo de años concreto, tuvieron la potestad de advertir y sancionar los comportamientos irregulares o ilícitos de los transeúntes, adquiriendo el mencionado rango de autoridad. Recordemos la importancia de esta tarea de vigilancia en una época en la que aún existía la figura del salteador de caminos. Para la reparación de obras de fábrica se solía recurrir a mayor personal o personal especializado, dada la dificultad y necesidad de medios adicionales. Recordemos que si bien hace décadas el tráfico era una mínima parte de lo que es ahora, muchas carreteras eran de gravilla, tierra o las más avanzadas de macadán, materiales mucho más frágiles que los firmes asfálticos que conocemos hoy y que requerían un mantenimiento y reparación constantes, máxime tras el paso continuado de carruajes, que con su llanta estrecha realizaban surcos en el firme en épocas de lluvia o nieve.
En las siguientes fotografías vemos otro ejemplo de casilla, ubicada en la antigua carretera N-120 de Logroño a Vigo y que muestra en sus laterales las distancias a las localidades más cercanas, rasgo característico de estas construcciones.
Esta casilla, como otras muchas de las existentes, se encuentra abandonada. Otras, en cambio, han sido destinadas a usos tan curiosos como el de la siguiente, utilizada como almacén de fundentes para la carretera y que ha sido fotografiada por mi amigo Jose Luis.
En general, las casillas de peones camineros cayeron en desuso a medida que la evolución tecnológica de los medios de transporte dejó de hacer imprescindible la residencia a pie de tramo. La rapidez en los desplazamientos, la llegada de maquinaria pesada, así como la ya innecesaria tarea de vigilancia de la seguridad en el camino motivó que se estableciesen las primeras agrupaciones de viviendas de camineros ubicadas en núcleos urbanos, mejorando así la calidad de vida de los mismos al terminar con su aislamiento.
Buena parte de las casillas fue deteriorándose con la falta de uso y mantenimiento, esto llevó a que se derruyesen buena parte de ellas mientras que un pequeño número de casillas mantuvo o mantiene algún tipo de uso, sea residencial o de servicios. A continuación vemos varios ejemplos de casillas supervivientes:
Casilla cerca de Xerica, Valencia, carretera N-234 de Sagunto a Burgos.
Casilla del puerto de Singra, Teruel, carretera N-234 de Sagunto a Burgos.
Casilla de Luco de Jiloca, Teruel, carretera N-234 de Sagunto a Burgos. Restaurada por el Ministerio de Fomento y visitable en días u horarios concretos.
No es mucha la dedicación de las instituciones a la figura del peón caminero, aunque siempre hay excepciones. El museo de carreteras del centro de Conservación de Teruel dispone de un área dedicada a la figura del peón caminero, su historia, herramientas y hasta una preciosa maqueta en la que ver la distribución del modelo de casilla común de 1859.
Merecido homenaje en forma de monumento el que se brinda a tan importante figura a la entrada de Salas de los Infantes desde Burgos por la N-234:
Sería injusto terminar este reportaje sin hacer referencia a la web en la que todo un especialista en la materia como es Xose Luis Martinez Acevedo amplía la información respecto a las casillas y peones. Dispone de un exhaustivo registro en forma de mapa de las ubicaciones de dichas casillas en todo el territorio nacional, estén en pie o no, y que además está en constante actualización. Encomiable y minucioso trabajo de compilación el que hace Xose Luis y que es cada vez más valorado y reconocido, como en el libro "Camineros de Navarra" de Ricardo Gurbindo Gil.