Mucho tiempo sin publicar. Casi 4 meses, cuando soy de reportaje mensual. Siempre he defendido la constancia en las publicaciones, pues reconozco que cuando entro en un blog y veo que hace meses de la última publicación, me da la impresión de que el autor ha perdido las ganas de seguir con su trabajo. Esta situación, que temporalmente se está dando en el caso de Carreteras Abandonadas, responde a la falta de tiempo de la que dispongo en esta temporada entre trabajo y otras obligaciones. Además de esto hay otros quehaceres, hay viajes, amigos, parejas y otros aspectos de la vida que no deben quedar en un segundo plano por quedarse en casa detrás de la pantalla del ordenador, por mucho que uno disfrute elaborando estos reportajes. También es cierto que Instagram suple la falta de publicaciones con el dinamismo de esa red social, en la que acabo de sobrepasar los 3000 seguidores y a los cuales agradezco inmensamente su participación, con el envío de imágenes, comentarios, etc. Prometo que en pocas semanas volverá la cadencia habitual en este blog, con nuevos reportajes, nuevos viajes y nuevos lugares.
NOVIEMBRE DE 2021
Qué ganas había de reencontrarse con los amigos después de tanto tiempo separados por culpa de una pandemia que nos ha tenido atenazados durante dos largos años y a la que parece que ahora vamos diciendo adiós. Las controvertidas restricciones de movilidad hicieron que durante dos años no pudiésemos juntarnos y organizar salidas o fines de semana como los que hacíamos hasta ese lejano 2019. Para romper esta situación organizamos el pasado mes de noviembre una quedada entre amigos de diferentes puntos geográficos cerca de Zaragoza. A una distancia relativamente cercana se encuentra el lugar que hoy traigo a este reportaje, y como nuestra hora de reunión no era hasta mediodía, aproveché el desplazamiento para acercarme a visitarlo y cómo no, documentarlo.
Nos encontramos a pocos kilómetros de la localidad oscense de Almudévar, a pie de la N-330, carretera nacional de Murcia y Alicante a Francia por Zaragoza. Es esta una carretera que ya hemos visto en el blog en varias ocasiones, y que va ganando atractivo según se va acercando a los Pirineos. En este caso nos vamos a centrar en un pequeñísimo tramo abandonado de la misma, apenas unos cientos de metros, pero que llamaron poderosamente mi atención cuando lo conocí gracias a unas imágenes tomadas por el fotógrafo Lorenzo Ciprés. Se trata de varias curvas encadenadas, sustituidas desde hace décadas por una recta que las borró de un plumazo.
Podría parecer otro tramo rectificado más como tantos hay, que en la mayoría de los casos no revisten excesivo interés. En este caso existe un detalle diferenciador, que no siendo algo novedoso, sí que dota a este tramo de cierta vistosidad.
Lo llamativo de estas curvas es la doble fila de protecciones situada a ambos lados de la calzada, en los metros de carretera que discurre en alzado respecto a la pequeña hondonada entre el Alto de San Juan y el Collado del Carpintero. Lo habitual suele ser ver este tipo de elementos en el exterior de la curva, precisamente con el fin de evitar la salida de la vía de los vehículos que se adentren en ella a velocidad excesiva. Esto, que hoy es habitual de ver en carreteras modernas con barreras de protección para ambos sentidos, no se estilaba antiguamente, cuando estas protecciones eran de hormigón y generalmente solo en el exterior de la curva.
Para bajar hasta la carretera hay que calzarse botas de trekking y tratar de no resbalar por las pedregosas laderas.
Lo primero de lo que nos percatamos nada más poner un pie sobre la vieja carretera es que la vegetación se ha adueñado del lugar, tal y como vimos en el tramo de Híjar, en el anterior reportaje.
Anexa a la carretera se encuentra una pequeña construcción, que si bien en Maps parecía una casilla de Peones Camineros, resultó no serlo. Algo imaginaba, pues se encontraría demasiado pegada a la vía para lo que se estila en estas construcciones, tan útiles antaño. Se trata de una sencilla cabaña de pastores.
La vegetación esteparia es una constante. De no ser por las almenas de nuestro particular castillo sería complicado apreciar lo que aquí una vez hubo.
Desde lo alto la vista es sorprendente, con esa doble fila de malecones emergiendo del suelo. Bajamos a la base del muro para observarlo con detalle.
Desde aquí, la impronta acastillada es notable.
Fuera de la "zona almenada" la carretera sigue en sentido norte, aunque la erosión de este lugar la ha desdibujado gravemente y ha hecho que la tierra arrancada a la trinchera que la acompaña termine depositada sobre el firme, cubriéndolo y favoreciendo el retorno de la vida vegetal.
No es menor el volumen de arena que tapa la vía a día de hoy.
Avanzamos por la vieja plataforma de la carretera, hasta llegar a lo que parece ser una alcantarilla. Es llamativa la existencia de unos escalones para acceder a la oquedad que se abre a mitad del muro.
Los efectos de la erosión también se hacen notar aquí, a la vista del material desprendido y acumulado a ambos lados del muro y que debió de formar parte de la calzada. Este hecho ha propiciado la aparición de grietas en el muro de contención que rodea a la alcantarilla, al verse desprovisto de sujeción por los laterales.
En adelante la carretera termina al encontrarse con la actual N-330, por lo que volvemos sobre nuestros pasos y vamos dejando atrás este corto pero interesante tramo, cada vez más fundido con la naturaleza casi desértica que lo rodea.
Hay que reconocer que es sumamente fotogénico.